Hace un mes tuve la suerte de estar diez días en Mekanissa. La complicada situación que se vivió en la región donde vivo, la Oromía, nos obligó a mi hija y a mí a un “exilio” forzoso en Addis Abeba. En aquellos días habíamos empezado con las chicas de Zway una pequeña artesanía para una empresa. Cuando fui a Addis, me llevé los materiales y, durante aquellos diez días, seguí trabajando con los y las mayores del Centro Juvenil Don Bosco.
Después de meses de pasar deprisa y corriendo, saludar al salir o al entrar del recinto, en aquellos días pude, finalmente, hablar con calma con aquellos chavales que, cuando yo llegué, iban a la guardería. Hace un mes, cinco de las chicas estaban preparándose para ir a la Universidad, primer año de carrera. En total, este año, doce chicos y chicas del Centro Juvenil Don Bosco están cursando estudios universitarios. Varios han acabado ya distintos niveles de capacitación y están trabajando. Algunos son maestros. Otros enfermeros. Soldadores. Mecánicos. Escayolistas. Secretarias. Esos a los que llamaban “hijos de leprosos”, “hijos de las piedras”, “los desgraciados”… todos nombres para lo que eran… ”hijos de pobres”, como explicaba la gente sucintamente cuando alguno se moría: “diles que se ha muerto una hija de los pobres”.
Encontré también un nuevo miembro del centro: el bebé precioso de una de las mayores, que se quedó embarazada y parió hace ya seis meses. Bebé no buscado, pero ahora querido por todos. Como ya había pasado anteriormente, la vida se abre camino impredecible e impetuosa. Una vez más, el equipo educativo del Centro ha apostado por esta vida inesperada y sigue apoyando a madre e hijo, proponiendo alternativas a lo que parecía un callejón sin salida.
Y siguen también todas las actividades extraescolares: el cine, el teatro, los deportes, las fiestas, el circo, los tambores, los grupos de costura, el grupo misionero, el grupo de voluntarios que cada fin de semana van a echar una mano a un proyecto de discapacitados. Como digo siempre, visto desde fuera, el Centro Juvenil Don Bosco es aún más bonito.
Y detrás de todas estas historias, llenas de detalles y de emociones, un equipo educativo salesiano que cada día planta batalla al destino fijado, a la mala suerte, a la injusticia y a la ignorancia. Un equipo que conoce a cada uno y cada una de los niños y niñas que frecuentan el centro. Que llaman por nombre o por apodo a cada uno, que los conocen como si los hubieran parido… y que también conocen a las que los han parido.
Yo ahora ya hay nombres que se me escapan. Igual me acuerdo de cosas que vivimos juntos con un determinado niño o niña, me acuerdo de sus hermanos, de la cara de su madre… pero el nombre se me escapa. Cuando voy a verlos, como el mes pasado, me reciben con gran alegría, y siempre, la misma conversación:
_ ¿Cuándo volverás a trabajar con nosotros?
_ No sé. Creo que nunca.
_ ¿Por qué?. ¿No quieres?
_ No. Porque no me necesitáis. Estáis bien así, ¿no?
Y entonces dicen que no, que me echan mucho de menos y demás. Yo también los echo mucho, mucho de menos. Pero eso no quiere decir que ellos y yo no estemos bien. Estamos bien.
Por extraño que parezca, y aunque ellos no se den cuenta, necesitan mucho más a gente como los Dandy Clowns. Necesitan a toda la gente que, desde hace ya varios días, corre de aquí para allá para que, un año más, esa Luz que se enciende en Huesca llegue también hasta Mekanissa. Necesitan a gente como la gente de Entarachén-VOLS. Gente que crea en ellos. Gente que tenga tiempo y ganas para dedicarles. Gente que en la distancia comparta la ilusión de darle en las narices a quien una vez te llamó “tú, el hijo del leproso”. No es venganza, es justicia.
Y si, además, esta gente lo hace con una sonrisa, como los Dandy Clowns, pues mejor que mejor. Porque Mekanissa, el Centro Juvenil Don Bosco, son, sobre todo, risas. Risas nuevas, risas con futuro. Risas a todas horas en el patio y en las clases, barullo de niños que corren, que aprenden, que saltan, que sueñan y que un día salen del centro para volver sólo de vez en cuando, sólo cuando ellos quieren.
Ojalá la del sábado fuera una tarde divertida para que en Mekanissa puedan divertirse todo el año. Y para que puedan vivir.
Muchísimas gracias a todos.
Teresa López