Seguro que a D. Bosco le favorecieron, además de M.ª Auxiliadora, los astros de alguna forma, pero sí que trabajó con un optimismo innato a lo que ató una indudable fuerza de voluntad. Lo vemos en la gran obra que fue toda su vida y el legado que dejó. En su caso también tuvo que enfrentarse a la epidemia que asoló Turín en la 2ª ½ del S XIX y lejos de quedarse inmóvil tomó las decisiones con aquellos muchachos para ayudar en lo posible, y con los pocos medios de entonces, a múltiples personas y familias destrozadas por la muerte de sus parientes, amigos, allegados y demás en una ciudad golpeada fuertemente por el cólera. Él mismo sufrió la enfermedad pero no se arredró. Les propuso a sus alumnos del Oratorio, los remedios que las autoridades sanitarias prescribían en aquellos inciertos meses: sobriedad, templanza, tranquilidad de espíritu y entereza. Empleó todas las precauciones posibles según
la ciencia haciendo limpiar bien los locales, preparando otras habitaciones para disminuir camas en dormitorios, y mejoró la comida, lo cual le ocasionó notables gastos. Su comportamiento y el de aquellos muchachos fue tan ejemplar que el periódico Armonía ensalzó sus esfuerzos en un jugoso artículo haciendo un llamamiento a la ciudadanía en su favor. En este nuevo año que ha nacido esperemos que el mejor regalo sea que se lleve esta epidemia fuera de nuestro planeta y también los otros graves problemas que afectan a la humanidad como las guerras, la pobreza extrema, el drama de los refugiados y sus asentamientos, los muros de la vergüenza, las causas de la contaminación medioambiental, los desacuerdos políticos, y en fin, el mar de confusiones en el que se sumerge gran parte de nuestro mundo como la ignorancia, la miseria, la esclavitud…. Que sean erradicadas de una vez por todas.


