¡Por fin! Después de un año en blanco, el TEYCIBOSCO volvió a ponerse en marcha. Con una sencilla programación de seis obras de teatro en dos días, pero volvimos. Esto era lo importante, volver. No fue a final de enero como todos los años. La séptima ola nos lo impidió. Pero lo conseguimos a final de febrero, y sentir que la muestra infantil llenaba de nuevo las butacas de nuestro teatro era luchar contra las sensaciones que la pandemia nos había ocasionado.
De nuevo las reinas, los caballeros y los dragones, los espantapájaros y las pulgas, eran los dueños de un teatro que añoraba entre sus cortinas esos nervios de quien se sube al escenario como si fuera, siempre, la primera vez.
Había mascarillas en el patio de butacas, gel en la entrada y los grupos burbuja separados unos de otros. Pero da igual. Por esta vez, da igual. Lo importante es que el TEYCIBOSCO consiguió volver. Consiguió que todo lo educativo que tiene este arte milenario impregnara cada butaca, cada bambalina, cada foco del teatro. Y os aseguro, que, durante los dos días, la emoción y las ganas reinaron en nuestro teatro.
Desde aquí, agradecer a los cuatro directores que han participado por petición de la organización de la muestra. Gracias a todos los que año tras años colaboran y organizan el TEYCI. Gracias a los niños y niñas, entorno a setenta, que han demostrado que el espectáculo debe continuar. Y muchas gracias a todos los espectadores que respaldan año tras año esta muestra de teatro.
Llevamos cuarenta años, treinta y nueve ediciones y más de ochocientas obras las que se han representado en todo este tiempo. Que gran idea la de Don Bosco, la de educar, también, con el teatro.
Y, para terminar, quiero recordar una sencilla poesía de Gloria Fuertes que dice así:
El teatro se inventó,
Cuando un pavo real, muy pavo,
Su cola de pavo abrió.