Telón

5 diciembre 2021

El vestuario de “La Pasión”, su historia (y III)

 

Deseamos, como todos vosotros, en especial los que pisáis el escenario del Teatro Salesiano, actores y actrices dispuestos a representar la obra de “La Pasión”, que el “bicho” de tregua para que ese vestuario depositado en los armarios, no olvidado ni un momento, salga elegante y dispuesto a dar vida, forma, y color al personaje que lo viste, que lo airea, que le da vida, y unidos todos, para acercarnos un año más (que sea de verdad) a la maravillosa, entrañable y sentida obra de La Pasión. Pasos se dan, la Comisión no descansa, pero el incansable y odiado “bicho”, tampoco. ¡Señor, Señor!

Y seguimos con nuestra recopilación e historia del vestuario que, a lo largo de los años, unos setenta, se ha venido producido. Esta última parte es curiosa y hasta anecdótica por los hechos que se fueron produciendo. Vayamos por orden.

Dejamos dicho las pocas existencias de vestuario que disponía el colegio, fruto de donaciones de uniformes y enseres de archivo de familias relacionadas con los Salesianos. De la discreta aportación de los mismo actores, en un principio, y valiosa continuidad tal como se fueron incorporando en número a la obra o no. Las peticiones no faltarían. También de los pedidos, mediante alquiler, de trajes de época traídos expresamente desde Madrid de la Sastrería Cornejo, o de los Hermanos Casbas de Bolea y la inesperada y conocida representación de Palau de Anglesola.

Surgió, recordamos, en una reunión publicitaria de productos avícolas, que patrocino la empresa Porta de Huesca en la ciudad de Lérida. Nuestra presencia era por motivos publicitarios, pero la casualidad quiso que llegara a nuestros oídos un comentario sobre la representación de “La Pasión” en Palau de Anglesola, por alguno de sus vecinos, que lamentaba su desaparición y los motivos que lo causaron, que no dejó muy claros.

Me acerqué y no pasaron muchos minutos para desplegarse una rica información que tuvo su colofón al presentar por mi parte por todo lo alto, ¡como debe ser!  la obra de “La Pasión” en el Teatro Salesiano de Huesca. Respetuosamente seguimos participando en la reunión avícola y finalizada la misma, nos buscamos como dos enamorados… de nuestras  respectivas  “pasiones”.

Durante la Cuaresma de 1953 se iniciaron las representaciones de la Pasión que hasta el año 1971 atrajeron a un abundante y enfervorecido público en el Teatro Victoria del Palacio de Anglesola. Se reanudó en los años 80 y se dejó de representar definitivamente en 1992. Esto fue en resumen lo que el vecino de la localidad de Palau nos informó, apreciándosele durante su relato un sentimiento de añoranza y admiración hacia las representaciones de “La Pasión”

Antonio López y Mariano Bergua (padre)

Nos interesamos por sus decorados, vestuario y demás enseres que “creía” estar en posesión y depositados en el mismo Teatro a la espera de una solución.

No tardamos mucho en localizar al “depositario” , quien desde un principio y telefónicamente nos llenó de esperanzas en poder hacer uso en especial, de trajes de romanos, que carecíamos. Bueno, carecer, carecer, no es la verdad. No faltaban por aquellos años una pareja de romanos, debidamente uniformados, de los muchos que procesionaban el Viernes Santo por nuestras calles, organizada por la Archicofradía de la Vera Cruz. Dos de ellos, de la cohorte digna del Cesar, antiguos alumnos salesianos de  pro y de muchas obras que ofrecieron en su día a los Salesianos, hacían su papel en “La Pasión” copando todos aquellos cuadros en los que cuajaban a la perfección. Sujetaban al pueblo, hacían guardia ante Poncio Pilato, ponían orden en el “Vía Crucis”, crucificaban al Cristo, lo alzaban en lo alto del ”Monte Calvario”, estaban presentes durante el dolor de las mujeres ante la Cruz, y se les dejaba ver caer al suelo en el momento de la Resurrección, pues también hacían su guardia ante el sepulcro.

Había un pero, la función de la tarde del Viernes Santo, nos quedábamos sin romanos, su obligación de procesionar lo impedía. Con los años esa función quedó anulada por sus inconvenientes, y no solo por los romanos. Muchos de los que participaban en la obra, pertenecían también a diversas Cofradías y todos fieles corrían y se precipitaban los últimos cuadros, pues el tiempo acechaba.

Pero volvamos al contacto con el Sr. de Palau. Llegada la Cuaresma y cercanas las fechas de las representaciones de “La Pasión”, nos pusimos de acuerdo telefónicamente (no había WhatsApp), señalamos día y hora e iniciamos la ruta hacia el supuesto Imperio Romano. Expusimos nuestras necesidades que fueron ampliamente superadas y media docena de uniformes romanos en especial cascos y lanzas depositamos en nuestro “tráiler”.  Redactamos el correspondiente Inventario en un papel que a mano parecía esperar su turno de entrar en juego y en  compensación: nada de nada. Total confianza y 0,00 euros, bueno “rubias”, que andaban airosas y con garbo. Y no penséis mal que me refiero a las pesetas.

Tres o cuatro años se repitió el “negocio” que compensamos con un regalo, cada viaje, a la joven hija de este matrimonio, que tanto nos ayudó, por nada. El inventario era el mismo y el papel seguía en vigor un tanto arrugado de tato trajín, pues de palabra añadió: “pueden quedárselo “en depósito” a la que añadió unas túnicas para las damas y así evitarnos el desplazamiento. Llamábamos recordándole “el deposito”, que daba por renovado hasta que “el depósito” se quedó en propiedad, con la aquiescencia del Sr. de Palau.

El retorno del último viaje tuvo su guasa, por la alegría que disfrutábamos más propia de Navidad que de Cuaresma. Los tres Manolos, que formábamos el personal desplazado: Manolo Borruel, Manolo Carranza y Manolo Martínez, por orden alfabético, pese al frio que nos acompañaba y la capa de niebla que lo cubría, no impidió que hiciéramos una parada en el restaurante de “Las Balsas”, a la salida de Lérida.

El salir del coche, mezclados o mejor revueltos entre cascos y lanzas (el 850 no daba para más) era una odisea y el volverlos a componer otra. Así que decidimos ponernos los cascos y con lanza en mano, cada uno, invadimos el Bar. Un camarero asombrado y tres parejas al parecer celebrando algún acontecimiento. Interrumpió el camarero su actividad de limpieza del mostrador y las tres parejas atenuaron sus risas  quedando todos expectantes.

Nuestra entrada y saludo iba acorde con nuestro incompleto uniforme: ¡Ave Cesar! Nadie contesto mientras se acentuaba la sorpresa. Nosotros sonreíamos corteses y nuestras formas moderadas y naturales, pareció tranquilizar al respetable. Apreciaron y estaban en lo cierto, de que no veníamos “tocados” o haciendo honor a Baco.

Sucedió lo natural y profesional: – ¿Qué desean? Los tres nos precipitamos, pero puse orden mientras me frotaba con energía las manos:  -Un café con leche bien caliente. Todos asintieron mientras depositábamos los cascos sobre un velador cercano y las lanzas en un rincón cercano a nuestra izquierda. Todos vestidos ya de la misma época, y mientras la cafetera echaba humo preparando los cafés con leche, el menda, con total soltura me dirigí al grupo e inspirado por los platos depositados en su mesa, variados y apetitosos les solté un ¡Enhorabuena por si celebran algo! Esto rompió un tanto el asombro de nuestra llegada, y con un ¡¡¡Gracias!!! complacido uno de ellos añadió: ¡Mi cumpleaños! Pues felicidades acertamos a decir a coro.

El primer sorbo del café con leche nos supo… a gloria y por supuesto a lo que tomábamos. El ambiente se normalizó más, intercambiamos nuestros propósitos y por supuesto los suyos,  ya como viejos amigos. El camarero solo se limitaba a decir de vez en cuando: ¡Ah! Nuestra partida se acercaba y “La Pasión” se puso en primer plano y todos guardaron silencio.

Repuestos de nuestro frio nos despedimos de nuestro “público” y vueltos a nuestra época, nuevamente uniformados con casco y lanza, todos ya más tranquilos escucharon nuestra despedida: ¡Ave amigos, los de Huesca os saludan! A lo que contestaron puestos en pie y con la sonrisa  suelta: ¡Adiós amigos! Deseándonos a la vez un buen viaje. Mientras, recogían y leían la publicidad que sobre su mesa y sobre el mostrador, habíamos dejado “distraídamente” de “La Pasión”.

Una última aportación al vestuario nos llegó del Grupo Empresa del antiguo Sindicato Vertical. Además de sus loables funciones económicas y sociales, disponía de una Asesoría Religiosa que celebraba todos los años Ejercicios Espirituales y la Festividad de los Reyes Magos con reparto de juguetes para los hijos de los funcionarios. Los trajes de sus Majestades, al completo, fueron traídos a nuestro vestuario por un “paje fiel a la causa” avizor de la que se avecinaba.

Y esta ha sido la historia del vestuario que tan valioso, cuidado y guardado se dispone en el día de hoy.  ¿Hay quien dé más? Pues andando que es gerundio.

                                                         Telin

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