Telón

18 mayo 2021

El vestuario de “La Pasión”, su historia (I)

 

Ya como antiguo alumno, viví, aún la recuerdo, una de mis primeras profunda y lamentable sensación de tristeza. Se cumplirán sesenta años el próximo 2022, el 20 de febrero, del fallecimiento de D. José Castells Mallo.

Estuvo en el Colegio Salesiano de Huesca treinta y seis años seguidos (1926-1962), siendo el mejor amigo en clase, en el recreo, en el confesionario y en el Teatro. Muchos jóvenes lo teníamos como consejero y orientador de nuestras almas. Cuantas horas pasaba en el confesionario y en el tablero de dibujo. ¡Que pluma! Dos detalles, los proyectos de la Iglesia y del actual Teatro, fueron obras suyas. Toda una vida, pese a su delicada salud, con muchas y variadas historias ejemplares, anécdotas… pero, que te conozco “Telin”, no te vayas por las ramas.

Don José Castells

José Castells lo situamos en exclusiva en el Teatro y en el comienzo de la historia de lo que pretendemos hacer sobre el vestuario de “La Pasión”.

El Teatro, (y también Salón de Actos), tenía su “planta de butacas”, compuesta de sillas y algunos bancos al final, y un anfiteatro o “gallinero”   de asiento corrido al que se tenía acceso por la primera planta. Al escenario, no lo he olvidado,  se llegaba a lo largo de un pasillo  que dejaba ver a su derecha  una amplia sala con algunos  pequeños animales disecados, un  globo terráqueo y algún que otro instrumento de probable  aplicación en clases de física. A la izquierda, unos armarios profundos con amplias puertas de madera que daban cabida a numerosos trajes de épocas pasadas, sombreros, gorros militares, espadas y demás armas todas ellas por supuesto inofensivas. Al final, en la antesala del escenario, el lugar reservado a los actores, vestuario y  aposento  para el maquillaje.

Reparto de “trajes” y la presencia de  D. José Castells con su invariable   y fructuoso “neceser”: corchos, una vela y cerillas. Eran los tiempos del negro fijo para el maquillaje.  El color, al igual que en el cine, tardaría en llegar.                                                            

Siempre había una “adecuada” vestimenta  para cada actor. Y nos encontrábamos felices con ella  y  con la medida…  No puedo olvidar, me impresionaba, yo era todavía un  joven alumno, aquel insigne Teatro del Colegio Salesiano, cuna  que fue de las primeras enseñanzas del arte de Talía. Me parecer estar viendo aquel telón pintado por el artista oscense Felix Lafuente, representando la Batalla del Alcoraz.

De no ser la vestimenta muy específica del personaje que representara, servían las de cada uno, (las de casa) que por viejas o “acortadas” que estuvieran) se retiraban al armario del olvido, que por cierto, no eran precisamente abundantes.

Teatro inaugurado el 21 de noviembre de 1912 y empleado hasta el 25 de diciembre de 1954 que se inaugura el actual

        Dejando aparte el Teatro del alumnado, los antiguos alumnos con su tradición y años de experiencia, que viene desde poco después de la llegada de los Salesianos a Huesca, con notable alto desde los años 20, se atrevía con obras clásicas, incluyendo zarzuelas, operas, destacando la del Salesiano  D. Felipe Alcántara: “El Fantasma”, acompañada de orquesta. De las obras “Volcán de amor”, y “El Divino Impaciente”  de José María Pemán; “Traidor, Inconfeso y Mártir”  de José Zorrilla; “El Cardenal de Médicis”,  o “El Gran Cardenal,  ya se necesitaba vestuario más adecuado al tiempo representado, y en los armarios de puertas grandes de madera, no existían.

Vestuario en “El Gran Cardenal”

La fotografía que acompañamos es ejemplo evidente del vestuario que lleva Ramón Lezaun, (cuanto y bueno podríamos decir de este antiguo alumno, enamorado del Teatro, entre otros muchos, que nos dejó el 15 de mayo del 2005) en el mismo centro de la escena en la obra “El gran Cardenal”. Omitimos los ecos del éxito, los comentarios de la prensa, por no salirnos del tema: el vestuario.

Y entramos de lleno en una larga época y una estrecha relación con la Sastrería Cornejo ubicada en Madrid, que surtió al Teatro Salesiano de unos adecuados y valiosos trajes que llegaban en atractivos baúles de “puerta a puerta”, Sastrería Bermejo, de Madrid, de la que nos ocuparemos en nuestro próximo reportaje.

                                                        Telin

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