LA IMPORTANCIA DEL TEATRO (IV)
Insistimos en la importancia del teatro dentro de la tradición salesiana, desde los primeros pasos en Valdocco. Veladas y representaciones teatrales han formado parte importante en la enseñanza de los salesianos. El teatro, y todo lo que gira a su alrededor, puede ser considerado como un pilar en la educación salesiana, especialmente en todo lo relativo al tiempo libre. La primera representación que se tiene noticia en las fuentes es del 29 junio de 1847.
Unos diez años después, en 1858, Don Bosco escribe las “Normas para nuestro teatro”, que se deben observar en las casas salesianas. El hecho de que viera la necesidad de escribir estas normas, para regular esta actividad, 19 concretamente 1 , habla del peso que tendría en la vida del Oratorio y el tiempo y las fuerzas que emplearía, en especial contra el teatro corrupto, verdadera plaga en esos tiempos que destrozaba el corazón de Don Bosco y que en vez de ponerse a gemir, se dio a una labor práctica que le valió el contrarrestarlo y dar origen a una galería de dramas, comedias y zarzuelas que han dado la vuelta al mundo, y que todavía perviven y que aumentan.
Representación en el prado. ¡Que atentos están los espectadores!
Hagamos constancia de dos de estas “Normas para nuestro teatro”. Dice la primera: “Fin de nuestro teatro es el de alegrar, educar e instruir moralmente a los chicos lo más que se pueda. Y la diecinueve: “No se olvide que lo bonito y la especialidad de nuestros teatros está en abreviar los entreactos y representar obras preparadas y adaptadas de buenos autores”.
Son normas, recomendaciones en general para el mejor orden de los intervinientes y el atrezzo, manejo o útiles del escenario. Se refieren a los actores, director, ayudante de ser necesario, vestuario, camerino, horarios, conservación de una pequeña biblioteca que guarde los dramas, comedias, operetas, zarzuelas, obras preparadas y adaptadas de buenos autores. La última de las normas, la 19, tiene su fondo y su curiosa historia que proviene de lo que conocemos como Veladas que
tan dadas son en los colegios salesianos. Las “descubrió” Don Bosco en sus años de estudiante en el Seminario de Chieri, ocupando los tiempos y abreviando así, los entreactos de las obras.
Estas normas, por otra parte, señalan la importancia que Juan Bosco daba a este medio de comunicación, como forma para la diversión y formación de sus muchachos. Esto viene subrayado, especialmente, por el contenido de las obras y pequeñas escenas que se realicen.
Vivámoslas en presente, en nuestro tiempo. Las primeras impresiones dentro del alumnado, dejaban siempre huella. Descubrir el escenario, sus personajes, el vestuario, aquella arrogancia artística de “los mayores”, nos trasladaba a todos los allí presentes a un mundo de constante ilusión y variadas maneras de imaginación.
El “baile del peral” en el antiguo prado de I Becchi
Nos contaron la historia de cómo siempre sucedió, desde el primer “Teatrillo” en el Salón de Actos disponible, cuna cierta de inolvidables personas y personajes a lo largo de innumerables repartos, cúmulo de una historia distribuida entre selectas obras que, poco a poco, iban entrando en nuestro ánimo. No corría prisa para muchos, pero para otros muchos llegaría su oportunidad.
Un número determinado de jóvenes con cualidades innatas sacadas a flote y dirigidas por los salesianos, haría de ellos actores en cada época. Otros, hábiles de reflejos y subidos en las galerías por encima de las diablas, dominarían la situación y aportaban en cada momento la escenografía adecuada. El mundo de las luces y los efectos aguardaba su advenimiento, con nuevas técnicas. Había trabajo, mejor diría arte para muchos. Pero no se descansaba y trucos de valioso ingenio daban su talla levantando exclamaciones o inesperados sobresaltos. Los decorados también “eran de casa”. Manos de reconocida valía vertían en “lienzos” los colores salidos de la imaginación, de la sabia conjugación de todos ellos, del baile delicado y estudiado de los pinceles, del corazón del artista inspirado sobre el mismo escenario del teatro.
Cucaña en Montafía, palestra de Juanito Bosco
Pero todo ello “lo cogimos ya empezado”. El Teatro no sólo había ya nacido, sino que además tenía una larga y amplia historia en todo el entorno salesiano.
De las manos de don Bosco, había salido no la intención de medir un nivel “artístico” del “Teatrito”, sino de llevar sencillamente a la mente y al espíritu de los jóvenes unas páginas de lectura y materiales escénicos en los que prevaleciera la preocupación educativa y didáctica sobre los criterios teatrales.
Era ya una realidad en nuestro caso acumulada durante bastantes años e iniciada con la llegada de los salesianos a Huesca. El Oratorio Festivo y los alumnos del Colegio fueron fuente de los primeros intérpretes en una sala, según nos dicen las crónicas,” adaptada lo mejor posible a las exigencias de cualquier teatro”. En su imaginado escenario y en un reducido espacio para el público, se dieron cita los primeros encuentros al uno y al otro lado del imaginado telón. Había arte en los ánimos de los niños y jóvenes. Era algo nuevo en ellos y en nosotros por conocer, descubrir y participar. Los papeles había que “estudiarlos”, después de ello recordarlos, interpretarlos y en todas las obras reflexionarlas; eran enseñanzas con fondo concreto, por supuesto bueno y al alcance en el tiempo para la mayoría. Con ello todos aprendíamos porque esa era la intención de los salesianos.