Senderos Salesianos

12 mayo 2022

Las enseñanzas de Don Bosco

 

Su voz, su palabra entusiasmaba, sus enseñanzas atraían, calaban en los ánimos de los jóvenes del Oratorio al que se iban integrando animados por la “publicidad” que arrastraba ese cura del Piamonte, que lo daba todo a cambio de nada.

Don Bosco fue invitado para predicar un jubileo en Milán. Ir de Turín a Milán era entonces exponerse a peligros Cuando se lo comunicó a sus niños para que lo recomendaran en sus oraciones, casi todos lloraron. ¿Cómo se iban a arreglar sin Don Bosco? El día previsto lo acompañaron todos hasta el coche y con lágrimas en los ojos, le siguieron un buen espacio hasta que él les mandó retirarse.

Fueron muchas las Asociaciones que en poco tiempo se fundaron en Turín. Casi todas ocultaban, bajo el manto de la caridad o filantropía, torcidos fines políticos o religiosos. Una de ellas, “La Sociedad de obreros” era la que manifestó desde sus comienzos, la mayor tendencia contraria a la Iglesia. Algunos de los inscritos al darse cuenta del engaño de que iban a ser víctimas se retiraron a tiempo, pero otros, la mayoría, perdieron la fe y sirvieron de pedestal para las ambiciones de los revolucionarios.

Don Bosco organizó una para impedir que los alumnos adultos del Oratorio se inscribieran, proporcionándoles grandes beneficios materiales, reconociendo como base los espirituales. La llamó “La Sociedad de socorros mutuos”, y su objeto era socorrer a los asociados en caso de enfermedad o de falta de trabajo. Llegó a ser el modelo de las asociaciones católicas que posteriormente se fueron estableciendo en toda Italia.

Pero decíamos que Don Bosco fue invitado a predicar a Milán, reinando entonces tal efervescencia en los ánimos, que pocos eran los predicadores que se atrevían a subir al púlpito, viéndose obligados muchos párrocos a suspender sus predicaciones parroquiales. Como si esto fuera poco los agentes de la policía acudían a los templos alterando el sosiego sorprendiendo en los sermones sagrados con alusiones políticas.

Don Bosco salió airoso de su compromiso, pues predicó con tanta gracia y comunicación espiritual, que se vio obligado a dirigir la palabra en diferentes iglesias y varias veces al día.

Cuando los niños del Oratorio se enteraron del día de su regreso decidieron salir todos a su encuentro. ¡Qué alegría al ver a Don Bosco!  Rodearon al punto el coche y comenzaron a aclamarle, causando gran admiración a los demás viajeros.

Por el mes de septiembre del año 1850, aprovechando Don Bosco las vacaciones de los jóvenes escolares del Seminario de Giaverno, un municipio cercado a Turín, llevó a todos los jóvenes a aquel establecimiento eclesiástico, donde los tuvo de retiro una semana entera. No se concibe, sin un extraordinario afecto de Don Bosco de todos sus alumnos, que pudiese reunir en la iglesia a multitud de niños y tenerlos horas y horas pendientes de su voz.

Es verdad que los atendía paternalmente, y que no descansaba hasta verlos a todos tan atentos como contentos. Además, en esta ocasión, el viaje era sumamente delicioso: debía hacerse parte en coche y parte a pie, visitando de paso famosos castillos cercanos a la carretera y encantadores lagos, cerca de uno de los cuales se hallaba un Santuario dedicado a a la Santísima Virgen. Don Bosco, según su costumbre, ilustraba a sus muchachos con los recuerdos históricos de los sitios por donde iban pasando.

Al llegar a Avigliana, otro municipio de las cercanías de Turín, se hospedaron para comer en casa de un virtuoso sacerdote, llamado Don Víctor Alasonatti, el cual quedó tan prendado de Don Bosco y de su alta misión, que poco tiempo después, dando un adiós al mundo, fue al Oratorio para ponerse a sus órdenes y consagrarse a la juventud hasta su muerte.

Don Bosco también invitó a los niños del pueblo para que se unieran a los del Oratorio e hicieron juntos los Ejercicios Espirituales, portándose admirablemente los jóvenes ejercitantes. Don Bosco para premiarlos, agregó a la conclusión de los Ejercicios una expedición de recreo, un paseo campestre, que debía terminar en el Santuario. Él mismo presidia la Banda de Música de Giaverno, que acompañaba a los expedicionarios tocando alegres sonatas cuyos ecos se repetían en las montañas y los muchachos, radiando de júbilo, cantaban sencillos himnos en loor de su maestro.

Gozaron los jóvenes en este paseo lo que uno no se puede imaginar y cuando llegaron al Santuario, que era la iglesia de San Miguel de la Chiesa, obtuvieron de los padres administradores la más cariñosa acogida, y oyeron de labios de Don Bosco explicaciones instructivas y llenas de interés sobre la historia y mérito del vetusto edificio que visitaban.

Recomendó Don Bosco a los chicos que como recuerdo de aquellos Ejercicios, rezaran diariamente un Avemaría para obtener la merced de que ninguno de los que los había hecho tuviera la desgracia de condenarse. “Qué gozo inundará nuestras almas —les dijo Don Bosco— cuando podamos pasearnos por los amantísimos collados de la Gloria”.

Llegada la hora del regreso, despidieron sé de los bondadosos Padres del Santuario y se pusieron en camino para volver al Oratorio. ¿No os sentís metidos de lleno entre los chicos del Oratorio en este paseo? ¡Don Bosco nos embriaga con su vida!

Manuel Carranza

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