Opción por los jóvenes
Don Bosco, en su periodo de debatir su vocación, ¿podemos suponer que ya estaba en su mente su opción por lo jóvenes? Nos dice en sus Memorias que a la edad de diez años estaba ya implicado en un apostolado juvenil compatible con su edad. A lo largo de los años de estudio en Chieri -donde se trasladó a la edad de 16 años-, el “oratorio” y lo que podemos llamar “ministerio entre colegas” era un serio compromiso por parte suya.
Más aún, las imágenes básicas de su sueño vocacional (jóvenes y animales que caminan y la orden de encargarse de ellos) son símbolo del ministerio sacerdotal a favor de los jóvenes. Parece que el sueño volvió a repetirse otras veces en términos más claros. La vocación sacerdotal, que era la sugerencia directa del sueño, estaba presente para y por la opción de los jóvenes.
Estaba Don Bosco llegando al final del año de retórica en el colegio de Chieri, momento en que los estudiantes, por regla general, intenta llegar a tomar una determinación acerca de su vocación. Es un periodo de su vida del que nos dejó líneas escritas con admirable humildad.
“El sueño que había tenido a los 9 años permanecía todavía profundamente impreso en mi mente”. En realidad se había repetido en otros momentos, en términos mucho más claros, por lo tanto si quería darle fe, tendría que elegir el sacerdocio, al que realmente se sentía inclinado.
Le pareció ver a nuestro Divino Salvador, vestido de blanco y resplandeciente con una luz más brillante. Iba a la cabeza de una multitud incalculable de jóvenes que volviéndose a él, le dijo: “Ven aquí, ponte a la cabeza de estos niños y sé guía tú mismo. ¿Pero cómo se atrevería a preguntar por tal decisión? Se pudo por fin decididamente a la cabeza de esa multitud de niños y comenzó a guiarlos, obedeciendo la orden recibida.
Dentro de este sueño, en el seminario de Chieri, que lo hacía en la mañana del 30 de octubre de 1835, cumplidos por tanto los 20 años, tuvo Don Bosco el sueño de “la reparación de ropa” al año de su estancia.
Digamos antes de referirnos al sueño, como en su emotiva descripción de despedida de la familia el día anterior, recuerda Juan Bosco las memorables palabras de su madre: “No es el hábito lo que honra a tu estado, sino la práctica de la virtud. Si un día llegas a dudar de tu vocación, ¡por el amor de Dios!, no deshonres ese hábito. Quítatelo de inmediato, yo prefiero tener un pobre campesino a tener un hijo sacerdote que descuida sus deberes. Cuando viniste al mundo, te consagré a la Santísima Virgen. Ahora te aconsejo ser todo suyo, y si llegas a ser sacerdote, recomienda y promueve siempre la devoción a María”.
Al entrar en el patio interior del Seminario, reparó en el reloj de sol situado en el sur de la pared del recinto: “Las horas pasan lentas para los que están tristes, veloces para los que están alegres”. Se detuvo unos segundos ante ellas y decidió firmemente que ese sería su lema.
Detallando ahora el sueño de la “reparación de la ropa”, Don Bosco se vio así mismo en un taller de sastre, no cortando ropa fina, sino arreglando la ropa rota y variada. Lo contaba Don Bosco años después privadamente entre algunos del Oratorio. ¿Quién puede imaginar cómo me vi yo, cuando estudiaba el primer curso de filosofía? ¿Cómo se vio, —le replicaron— en sueño o de otro modo? Don Bosco no le preocupo el cómo, sino que se vio ya sacerdote, con roquete y estola; y así vestido trabajaba de sastre en un taller, pero no cosía prendas nuevas, sino que remendaba ropa estropeada y juntaba trozos de telas diferentes.
No podía entender qué significaba aquello. Lo comentó con algunos más allegados, pero no de manera clara hasta que fué sacerdote y tan solo con su confesor Don Calosso.
Lemoyne, (del que escribiremos en otra ocasión) su secretario particular e historiador, siempre interpretó y vio en ello, la imagen de clase de chicos (pobres y abandonados, a los que Don Bosco recibiría en sus manos con el encargo de cuidar.
Era la opción por los jóvenes, a quienes acompañó hasta su muerte.