Senderos Salesianos

21 mayo 2024

Don Bosco y San Francisco de Sales

 

La noche era fresca. Don Bosco daba su último “paseo” por las calles de Turín al encuentro de algún muchacho deambulando sólo o acurrucado en algún portal, en los astilleros o en alguna oquedad apropiada a modo de refugiarse, en lo posible, del frio de la noche. No tenían casa donde dormir. Habían venido a la capital en busca de trabajo con lo puesto, sin dinero alguno. Entre ellos los había también huérfanos.

Don Bosco lo sabía y para ampararlos había inaugurado el 8 de diciembre de 1844 en las afueras de Turín un “oratorio” con el nombre y dedicado a San Francisco de Sales. Habían pasado tres años donde reunía los domingos y días festivos a los muchachos que encontraba en la calle.

La Obra “Salesiana” que por aquel entonces se encontraba tan solo en sus inicios a la que llamó “Oratorio”, en recuerdo del Oratorio fundado en Roma en el siglo XVI por San Felipe Neri, destinado a la educación de jóvenes frecuentemente muy pobres.

Además de la formación religiosa que él consideraba fundamental, Don Bosco no olvidaba la formación humana y la instrucción, y normalmente, daba un tono festivo

a todas las actividades, entre las que el juego, el canto y los pasatiempos tenían una parte preponderante.      

Al describir aquel día histórico en sus Memorias del Oratorio de San Francisco de Sales, el educador piamontés se comprometió a dar las razones por las que había escogido la protección de este Santo. La primera era, aparentemente, fortuita. El retrato de San Francisco de Sales adornaba de hecho, la entrada al local del que tomaba posesión. La segunda, más personal, se expone con cierta redundancia. “Puesto que aquel ministerio nuestro exigía calma y amabilidad, nos habíamos puesto bajo la protección del santo. 

Otro motivo de elegir a San Francisco de Sales fue la existencia de un cuadro de este Santo a la entrada al local que había tomado en posesión y además diría Don Bosco: “Puesto que aquel ministerio nuestro exigía calma y amabilidad, nos habíamos puesto bajo la protección del santo, a fin de que nos hiciera la gracia de poderlo imitar en su extraordinaria mansedumbre y en la salvación de las almas”, llegando a ser el protector de toda la Obra de Don Bosco aquel antiguo Obispo nacido en 1567 junto a Annecy en la Saboya y muerto en Lion en 1622.

Don Bosco desde que fue seminarista en Chieri, admiraba de la compañía de San Francisco. Procuraba dominar su fogoso temperamento, imitando al santo obispo y su manera de relacionarse con los demás. Al terminar su tiempo en el seminario, durante los ejercicios espirituales de preparación a la ordenación, tomó este propósito: “Que la caridad y dulzura de san Francisco de Sales me guíen en todo momento”.

La fiesta del santo que se celebraba por aquellos años el 29 de enero, se celebraba con gran solemnidad, repitiendo Don Bosco: “Mi espíritu y el espíritu de este Oratorio es el espíritu de San Francisco de Sales”. Al entrar por primera vez Domingo Savio en la estancia de Don Bosco se detuvo silencioso ante un cartel con unas palabras que solía repetir San Francisco de Sales: “Da mihi animas, caetera tolle”.

San Francisco de Sales

“Da mihi animas, caetera tolle”

«Dadme almas, quitaos el resto».

 

Las Hijas de María Auxiliadora, cuyo Instituto dio comienzo Don Bosco, la fecha escogida para la constitución del Primer Capítulo Superior con la Madre Mazzarello, fue exactamente el 29 de enero de 1872, el hermoso día de San Francisco de Sales.

Mucha fue la alegría de Don Bosco al declarar Pio IX solemnemente en 1877 a San Francisco de Sales, Doctor de la Iglesia, y cuando Don Bosco  viajó a Paris en 1883, quiso hacer una “peregrinación salesiana” a la famosa Virgen Negra de París ante la que gustaba rezar a Francisco. Visitó la Iglesia donde se encontraba y escribió en francés en el registro de misas: “Padre Juan Bosco, superior de la Pía Sociedad Salesiana, encomienda a San francisco de Sales las obras de las que él es Patrón”.

Dos días antes de morir Don Bosco el 31 de enero de 1888, justo el 29 de enero, fiesta del Patrono, había recibido por última vez la sagrada comunión. Se tenía bien presente que aquel día había terminado la peregrinación de Don Bosco, pero el Señor se lo llevó más tarde, en las primeras horas de la mañana del día 31, “como si San Francisco hubieras venido a buscarlo”, llegó a decirse.

 

Manuel Carranza

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