De la santidad y el carisma de Don Bosco
“Sed santos porque yo, el Señor vuestro Dios, soy santo”: es la exhortación del Levítico (19,2) que Dios dirige a Moisés. Lo tuvo Don Bosco muy presente desde recibir su “llamada”, a lo largo de su vida. Pero su santidad y carisma siguió y sigue como vemos después de su muerte. Santidad y carisma que continua y reparte entre papas, príncipes, sacerdotes, Hijas de Mª Auxiliadora, Coadjutores, laicos y jóvenes.
La canonización el pasado día 9 de octubre, del Coadjutor Salesiano San Artémides Zatti, en la Basílica del Vaticano, en Roma, por el Papa Francisco. me hizo avivar la relación de Santos, Beatos, Venerables y Siervos de Dios con que cuenta la Familia Salesiana. Son 166 los miembros glorificados o candidatos a la santidad: 10 Santos, 118 Beatos, 12 Venerables y 28 Siervos de Dios, todos ellos pertenecientes a alguno de los grupos de la Familia Salesiana. Haré referencia al último canonizado Artémides Zatti, y de un príncipe, Augusto Czartoryski. Príncipe de Polonia.
San Artémides Zotti. Coadjutor
Este Coadjutor Salesiano nació de familia pobre en Boretto (Reggio Emilia, municipio de Italia), 4l 12 de octubre de 1880, teniendo una juventud difícil hasta tal punto que a los 9 años empezó a trabajar como jornalero, experimentado su dureza y sacrificio. La familia debido a su pobreza tuvo que desplazarse a Argentina, e Bahía Blanca.
Frecuentaba la parroquia de los salesianos. Destacó desde los primeros días por una bondad extraordinaria y tenía 20 años cuando ingresó en el aspirantado salesiano donde se hizo amigo de un joven salesiano enfermo de tuberculosis, quedando contagiado de esta enfermedad. Para mejorar su salud se le traslado a la casa salesiana de Vied-hospital misionero, de mejor clima, donde se encontró con un hábil enfermero salesiano, el padre Evasio Garrone, que le invitó a hacer una promesa: “Si Ella te cura, te dedicarás durante toda tu vida a estos enfermos. Artémides hizo gustoso la promesa y milagrosamente curó. Siempre dijo: “Creí, prometí y sané”, renunciando con gran sufrimiento el hacerse sacerdote.
El 11 de enero de 1908 hizo su primera profesión y la perpetua el 28 de febrero de 1911. Se entregó totalmente al hospital encargándose primeramente de la farmacia, pero al morir el padre Garrone en 1913, cayó sobre sus espaldas toda la responsabilidad del hospital. Fue vicedirector, administrador, experto enfermero y muy estimado por todos los enfermos y sanitarios. Su medicina principal era la alegría, el cariño y hacer ver a los pacientes en su situación un signo de la voluntad de Dios, sobre todo cuando la muerte estaba cerca.
Su labor no se centraba solo en el hospital, sino en la ciudad entera y periferia hasta dos kilómetros, con frio y con calor con lluvia y viento, día y noche, desplazándose en su inseparable bicicleta que aprovechaba para rezar. Todo lo hacía gratis y si le quedaba tiempo lo empleaba en el estudio y en lecturas ascéticas. Su fama de enfermero se propagó y le llegaban pacientes de toda Patagonia.
Fiel al espíritu salesiano y al lema dejado en herencia por Don Bosco a sus hijos –trabajo y templanza—desarrollo una actividad prodigiosa y desprendimiento absoluto de toda satisfacción personal, sin permitirse vacaciones o descanso. Se afirma de Artémides que los únicos días de descanso fueron los que pasó ¡en la cárcel!
También conoció la prisión por causa de la fuga de un prisionero recogido en el hospital, cuya fuga se le quiso atribuir a él. Pero salió absuelto. En el año 1950 el incansable enfermero se cayó de una escalera y fue la ocasión en la que él mismo acertadamente se diagnosticó un cáncer. Siguió trabajado un año más aceptado con heroico sacrificio, muriendo el 15 de marzo de 1951, rodeado por el afecto y gratitud de todo el pueblo.
Fue Venerable el 7 de julio de 1997, Beato el 14 de agosto de 2002 y canonizado el 9 de octubre de 2022. Asistieron a su canonización unos protagonistas especiales: 650 coadjutores salesianos de todo el mundo y entre ellos unos 60 de España. Además, 250 de estos coadjutores, peregrinaron durante los días 10 al 14 de octubre, por los lugares santos salesianos de Turín.
Beato Augusto Czartoryski, príncipe polaco
Augusto Czartoryski, príncipe polaco, era hijo de Ladislao Czartorysk y de la princesa María Amparo Muñoz de Vista Alegre, hija de la reina de España Cristina de Borbón, madre de Isabel II, y del duque Riansares, casados en 1855. Nació en Paris el 2 de agosto de 1858, en el exilio, donde pronto moriría su madre enferma de tuberculosis, una herencia que transmitiría a su hijo que había cumplido los 6 años.
Aunque le preparaban para poder ser rey de Polonia, no le iba la vida de la corte. Tuvo un preceptor que influyo mucho en su vida: José Kalinowski (canonizado por Juan Pablo II en 1991), que había sufrido diez años de trabajos forzados en Siberia y se haría después carmelita, y que fue preceptor de Augusto por tres años y dejó en él una profunda huella y un deseo de seguir la vocación.
Buscando buenos climas para su salud, viajó mucho. Vino a Asturias invitado por su primo Alfonso XII y viajó a Italia, Suiza, Egipto, España, pero no era la salud el principal objetivo de su búsqueda: coexistía en su ánimo juvenil otra búsqueda mucho más preciosa, la de su vocación. A los 20 años escribía a su padre diciéndole entre otras cosas: “Le confieso que estoy cansado de todo esto. Son diversiones inútiles que me angustian. Me molestan estar presente en estas obligaciones y en tantos banquetes”.
El acontecimiento decisivo fue el encuentro con Don Bosco. Tenía Augusto 25 años cuando lo conoció. Sucedió en Paris, en el palacio de Lambert, donde Don Bosco celebró la Misa en el Oratorio de la familia Czartoryski. Ayudaban en el altar el Príncipe Ladislao y Augusto. Al finalizar la Misa pide Don Bosco un encuentro privado con aquel joven Príncipe y le dice unas palabras extrañas: “Hace ya tiempo que yo deseaba conocerle a usted, Príncipe”. Desde aquel día Augusto vio en el santo educador el padre de su alma.
Después del encuentro con Don Bosco, Augusto no sólo sintió que se reforzaba su vocación al estado religioso, sino que tuvo la clara convicción de ser llamado a ser salesiano. Pero Don Bosco tuvo siempre una actitud de gran cautela sobre la aceptación del Príncipe en la Congregación. Será el Papa León XIII en persona quien resolverá toda duda.
Reconociendo la voluntad de Augusto el Papa concluyó: “Decid a Don Bosco que es voluntad del Papa que os reciba entre los salesianos”. “Muy bien amigo –respondió inmediatamente
Don Bosco—yo lo acepto. Desde este instante, usted forma parte de nuestra Sociedad y deseo que pertenezca a ella hasta la muerte”.
Entro en el noviciado en junio de 1887, después de haber renunciado a todos sus derechos en favor de sus hermanos. Debe cambiar muchas costumbres: horario, comida, vida en común y luchar contra la oposición de la familia que quiere disuadirle. Pero Augusto sigue firme y el 24 de noviembre de 1887 recibe la sotana en la Basílica de María Auxiliadora de manos de Don Bosco.
El 31 de enero de 1888, antes de que Augusto terminara su noviciado, muere Don Bosco y Augusto pasa largas horas en oración sobre la tumba de Don Bosco. El 2 de octubre profesa como salesiano. Hace ya un tiempo que el Boletín Salesiano llega a tierras de Polonia y la noticia de que el joven Príncipe se ha hecho salesiano suscita un interés y entusiasmo y algunos jóvenes, queriendo imitarlo, van a Turín para hacerse salesianos.
Preparado pese al sufrimiento por su enfermedad, el 2 de abril de 1892 es ordenado sacerdote, durando la vida sacerdotal de Augusto apenas un año que él pasó en Alassio, en una habitación que daba al patio de los muchachos. Su vida se apagó en la tarde del sábado 8 de abril de 1893, en la octava de Pascua, sentado en el sillón que había usado Don Bosco.
El Cardenal Cagliero nos resume su último sentir. ¡Qué hermosa Pascua!, había dicho el lunes al hermano que le asistía, sin imaginar que el último día de la octava lo habría de celebrar en el paraíso. Tenía 35 años de edad y 5 de vida salesiana. Fue Beatificado por San Juan Pablo II el 25 de abril de 2004.