Querido amigo José Luis Cabrero, entrañable amigo: nos fuimos viendo en los últimos meses, semana tras semana, el domingo a las 10 de la mañana en el Santuario de María Auxiliadora. Sin suponerlo, iba siendo nuestra despedida física.
Intercambiamos palabras, pocas, sentidas, en ocasiones entrecortadas; ninguno queríamos hablar de nuestras dolencias; eso sí, nos “repasábamos” de arriba abajo, como queriendo descubrir o hacer volver la presencia pasada activa y segura de nuestros miembros, hoy un tanto inestables y ayudados por apoyos o cables mecanizados.
No te lamentabas, y casi como un juego ponías tu marcha atrás o la marcha hacia adelante para recorrer el camino que se reducía sin reparar en ello. Todo, bajo la atenta dirección de María Jesús, tu esposa, que, con su mirada desbordante de delicadeza y amor, guiaba tus “pasos”.
Un domingo dejaste de acudir. No muchos después fui también el que dejaba mi hueco, no muy lejos del tuyo. Y hoy, 22 de enero, merced al canal Tv conectado desde la Iglesia de María Auxiliadora, asisto a tu último adiós en la tierra. El funeral ha terminado. Sólo han pasado unos minutos para plasmar por escrito este adiós unido a tu recuerdo que se hará presente en muchos momentos de los que me quede de vida.
¡Ha sido tanta vida y en tantas actividades juntos! Josan, en su homilía, ha dicho mucho de ti, pero se queda corto. Todos podemos añadir nuestro granito. Pero tú, querido amigo José Luis, no fuiste amigo de contar tu vida, ni podías esconder tus obras. Al igual que Don Bosco guardabas silencio y solo la autoridad del Papa Pio IX le invitó a dejarlas en manifiesto conocimiento.

Jose Luis de “Caifas”, en La Pasión, su gran afición al Teatro
Descansa en la paz del Señor José Luis, ante la sonrisa de Don Bosco, ante la maternal Auxiliadora, ante el cariño de tu familia y ante el de tus amigos que siempre te quisimos y siempre te recordaremos.