Queridos amigos y amigas:
Casi sin darnos cuenta, estamos en plena cuaresma y tenemos encima la Semana Santa. Durante esos días nuestras miradas se dirigirán admirados hacia una cruz de la que brota más vida que muerte. A este respecto recuerdo una anécdota de la vida de don Bosco que quiero traer a colación.
En 1846 don Bosco pidió a su madre, Margarita, que se fuera a vivir con él. Le dijo que haría de madre de muchos niños que tenían una situación familiar rota. Margarita accedió y día a día ejerció de madre de aquellos chavales que, con frecuencia, rompían la ropa, se peleaban, pisoteaban el huerto y no respondían a los requerimientos de don Bosco.
Cuatro años después de que mamá Margarita soportara tanta diablura, tanto trabajo y disgustos, se sintió saturada y resolvió acabar con todo aquello de una vez y para siempre.
Casi sin darnos cuenta, estamos en plena cuaresma y tenemos encima la Semana Santa. Durante esos días nuestras miradas se dirigirán admirados hacia una cruz de la que brota más vida que muerte. A este respecto recuerdo una anécdota de la vida de don Bosco que quiero traer a colación.
En 1846 don Bosco pidió a su madre, Margarita, que se fuera a vivir con él. Le dijo que haría de madre de muchos niños que tenían una situación familiar rota. Margarita accedió y día a día ejerció de madre de aquellos chavales que, con frecuencia, rompían la ropa, se peleaban, pisoteaban el huerto y no respondían a los requerimientos de don Bosco.
Cuatro años después de que mamá Margarita soportara tanta diablura, tanto trabajo y disgustos, se sintió saturada y resolvió acabar con todo aquello de una vez y para siempre.
Tocó pesarosa la puerta del cuarto de su hijo y habló tranquilamente con él.
Su madre le contó que estaba desanimada; parecía que nada tenía sentido. La apacible tranquilidad de I becchi se había roto por completo y los esfuerzos denodados que ponía no tenían resultados. Le contó a su hijo que los chicos pisaban la ropa extendida al sol, la dejaban rota e inservible, pateaban el huerto, escondía y perdían las camisas, rompían cosas de la cocina y no respetaban lo que ella ordenaba con mimo. Margarita dijo que estaba perdiendo el tiempo, que no lo soportaba más… que se volvía a Ibecchi.
Imagino que la escena debió ser muy dura. Madre e hijo estaban conmovidos. Don Bosco no replicó, no le dijo nada a su madre puesto que ella tenía razón. Levantó por fin los ojos y los fijó en su madre, esbozó una sonrisa cariñosa, sin hablar –porqué quizá no lo podía hacer- levantó el brazo hacia la pared y señaló un Cristo crucificado que allí estaba.
Margarita miró largamente la cruz, respiró y dijo: “Tienes razón, hijo mío, tienes razón”. Y sin más, regresó a su trabajo.
La mirada a la cruz no era únicamente emotiva, sino que llevaba al compromiso. Margarita lo entendió muy bien.
Este año la Iglesia vive el Jubileo de la esperanza y el aguinaldo de la familia salesiana para este 2025 dice “Anclados en la esperanza, peregrinos con los jóvenes”. Mama Margarita se convierte para nosotros en un modelo de peregrina de la esperanza con los jóvenes… no es fácil, la esperanza no es cruzarse de brazos sino un camino teniendo a Jesús al lado para dotar de sentido la Historia, a pesar de las dificultades.
Durante estos próximos días procesiones, celebraciones, la representación de La Pasión, el Vía Crucis, la Pascual Juvenil, los turnos de vela…nos van a obligar a poner nuestra mirada en la Cruz. Que esta mirada no sea superficial, que no sea puramente folclórica, que nos dejemos invadir de aquel que, con una infinita misericordia, extendió sus brazos en la cruz para abrazarnos y hacerse cercano a nuestro dolor.
Que la mirada a la cruz nos lleve a anclarnos en la esperanza y a ser peregrinos de los jóvenes.
Feliz Semana Santa. Feliz Pascua de Resurrección.