CULTURA, RELIGIÓN y más…DE LA ANTIGÜEDAD A LA ACTUALIDAD
EL MES DE MAYO, EL DE LAS FLORES, PARA VENERAR Y HONRAR A LA VIRGEN
El profesor emérito de Historia Antigua de la Universidad de Zaragoza Francisco Marco Simón nos habla de una novedad y nos da noticia de que la globalización no es un fenómeno de la actualidad, sino que ya comenzó siglos antes de Cristo; una globalización total cultural y religiosa entre Europa, Asia y África. Desde las culturas antiguas indoasiáticas, pasando a la península de Anatolia y Próximo Oriente llegando a Alejandría en el norte de África. Las relaciones entre el mundo clásico griego-romano y el hindú intercambiaron creencias que se perciben en escritos literarios e incluso cartas debatiendo de teología. Según San Jerónimo (s. IV), Padre de la Iglesia, los gimnosofistas de la India, filósofos y religiosos, creían que Buda había nacido de una princesa virgen, en llamativo paralelo con la concepción virginal de Jesús.
Si nos acercamos al período histórico medieval va a suceder con María lo que otra vez también podríamos llamar el fenómeno religioso de la globalización. La advocación mariana de la Virgen de Guadalupe en el santuario de la provincia de Cáceres en Extremadura es un ejemplo de cómo la cultura religiosa fluye libremente de un lugar al otro del mundo.:
Según una antigua leyenda, la imagen fue realizada en un taller de escultura fundado en Palestina en el siglo I por S. Lucas Evangelista. Siglos después, fue venerada en templos de Acaya (Grecia) y Bizancio. Posteriormente, el papa Gregorio Magno le regaló esta escultura a S. Leandro, arzobispo de la Sevilla visigoda. El arzobispo colocó la imagen en una ermita a las afueras de la localidad. Durante la invasión musulmana del 711, los cristianos de esa ciudad la depositaron en una caja y la escondieron junto al río Guadalupe (cuyo significado es “río oculto”), en la zona de la serranía de las Villuercas.
En el siglo XIII, se le apareció la Virgen a un vaquero de la provincia de Cáceres llamado Gil Cordero y le dijo que existía una escultura de Ella junto al río Guadalupe. Cuando Gil Cordero se encontraba cerca de ese río se le perdió una vaca. La buscó encontrándola muerta. Fue a desollarla para aprovechar su piel y antes, como era costumbre, le hizo una señal en forma de cruz en el vientre. Entonces, la vaca resucitó y se levantó. Gil se preguntó si ese sería el lugar indicado por la Virgen que se le apareció junto al castillo de Alía. Excavó y, a un metro de profundidad, encontró la caja con la Virgen en su interior. Construyó un pequeño refugio donde depositó a la Virgen. Posteriormente, fue a la iglesia de Cáceres, informó al clérigo de mayor responsabilidad de su hallazgo y del deseo de la Virgen de recibir culto en ese lugar. El clérigo no le creyó. Llegando a su casa encontró a su hijo muerto y rezó para que la Virgen lo devolviese a la vida y, de esta forma, todos creyeran en su historia milagrosa. Cuando los clérigos se dispusieron a oficiar el entierro el hijo volvió a la vida, se levantó y dijo que una mujer le había ayudado a levantarse. Entonces los clérigos creyeron y fueron juntos, con gente de la ciudad, en peregrinación a aquel sitio donde acordaron construir una ermita.
Según la leyenda, Alfonso XI se encontró por primera vez con esta ermita en 1330, yendo de cacería. Se encomendó a la Virgen de Guadalupe en la batalla del Salado de 1340 resultando victorioso. Por este hecho, decidió reformar la iglesia, añadirle edificios adyacentes y hacer un albergue para los peregrinos. De la supuesta primitiva cabaña que le hizo Gil Cordero a la Virgen no queda nada. Hoy es el Real Monasterio de Santa María de Guadalupe (Patrimonio de la Humanidad) en Guadalupe (Extremadura, España) regido desde el S. XIV al XIX por monjes Jerónimos y actualmente por los Franciscanos.
Protegido por los reyes desde siempre, fue lugar de oratorio de éstos y se le ofrendó a la Virgen costosos regalos.
Cristóbal Colón en 1493 bautizó una isla con el nombre de Guadalupe y a partir del S. XVI se convirtió en un poderoso símbolo de la cristianización de gran parte del Nuevo Mundo y se extendió por Hispanoamérica la devoción a la Virgen de Guadalupe aparecida en México. La leyenda que acompaña esta advocación se relata en un texto, el Nican Mopohua, escrito en náhuatl, pero de caracteres latinos. En él se narran las primeras apariciones de la Virgen al muchacho de 11 años llamado Juan Diego Cuauhtlatoatzin, azteca, que acababa de convertirse al cristianismo, un día muy de mañana cuando iba caminando a clase de catecismo. Escuchó una voz que lo llamaba y subiendo al cerro Tepeyac vio una doncella con vestiduras resplandecientes como el sol, se le presentó como la Virgen María pidiéndole ir a hablar con el franciscano Fray Juan de Zumárraga y decirle que le construyese un templo propio. Al principio el fraile no le creyó y el joven volvió a hablar con la deidad y decirle si había una señal para probar ante el obispo que era la Madre de Dios. Le envió la Virgen a recoger rosas de Castilla, las envolvió en su tilma o manta típica de los hombres de campo. Las llevó ante el fraile, las dejó caer al suelo, pero en la manta apareció pintada la imagen de la Virgen con caracteres indígenas. El obispo creyó y paseó por toda la ciudad con la tilma en la que estaba grabado el retrato de la Virgen y que los habitantes la admirasen. Así la Ciudad de México reconoció su carácter divino y cada año desde entonces se venera en el templo. Este mito de 1531, una decena de años después de la conquista de la ciudad de Méjico convirtió a la Virgen de Guadalupe en símbolo de evangelización y unión entre las creencias prehispánicas de la región y el nuevo paradigma religioso: el cristianismo.
La religiosidad de los pueblos originarios, con su Madre Venerada, que es lo que significa Tonantzin en náhuatl, en el cerro de Tepeyac, es incorporada a la nueva cristiandad en el mismo lugar, donde se venera desde 1525 a Nª Sª de Guadalupe. La tradición fue así exportada a Iberoamérica uniéndose dos sistemas de creencias.
Y en nuestra época contemporánea San Juan Bosco, cuando tenía 9 años tuvo el sueño en que la Virgen le indicaba cuál iba a ser su vocación y el desarrollo futuro de su obra y también el lugar donde debía construir el templo dedicado a Ella. Años después en otro sueño le dice que había de ser honrada con el título de “Auxiliadora” (la que trae el auxilio venido del cielo). Así comenzó todo. En el barrio de Valdocco en Turín fue construida la basílica de María Auxiliadora entre 1864-68. De allí a China, donde el nombre de Mª Auxiliadora, además titulada Patrona de China, es en Shanghái el santuario de She Shan, el más importante de China, uno de los principales lugares de peregrinación de Asia. Los misioneros jesuitas fueron los que construyeron la iglesia y los que han sufrido en el siglo XX los episodios de persecución de los católicos en China, que siguen asediados constantemente, aunque la Iglesia Católica no es clandestina.
Y a instancias de D. Bosco en 1875 los salesianos van a la Argentina, a Buenos Aires. La primera acción de los misioneros fue llevar a cabo una Escuela de Artes y Oficios con todo tipo de secciones: carpintería, zapatería, sastrería, encuadernación e imprenta y herrería. La Escuela-Taller tendría un destacado papel en la construcción de la basílica pues esculturas y decoraciones que la adornaron las realizaron allí. Después se erigió un nuevo templo dedicado a S. Carlos Borromeo y Mª Auxiliadora.
Los cientos de títulos o advocaciones que los cristianos damos a la Virgen son la forma cercana que los pueblos tienen para renovarse siguiendo el camino que a Ella le indicó Jesús. Y 50 días después de la Pascua, María estaba con los Apóstoles y discípulos reunidos en Jerusalén orando, esperando se cumpliera la promesa de ser bendecidos por el Espíritu Santo con el don de lenguas al predicar el Evangelio.
Capitel de Pentecostés en San Pedro el Viejo Huesca
Que la fiesta del 24 de mayo de María Auxiliadora nos una en la esperanza, en la fe, en la solidaridad, en el entendimiento y en el impulso por la paz (que acaben todas las guerras).