La Esperanza

16 diciembre 2024

LA ESPERANZA NO DEFRAUDA. UN AÑO JUBILAR

 

ADVIENTO como una preparación personal para la experiencia jubilar que la Iglesia vivirá durante el año 2025. Un jubileo es un tiempo de gracia y de alegría. Un momento oportuno para mirar la propia historia y sentir la necesidad de experimentar el amor de Dios que perdona cualquier rastro de pecado que hay en nosotros como consecuencia de nuestra debilidad.

Cada uno nos encontramos en una situación biográfica y existencial diferente y, para todos, el Señor nos está ofreciendo un tiempo oportuno.

En la experiencia vital de cada uno es donde tenemos que descubrir al Señor de la historia y es ahí donde su presencia fundamenta esa esperanza que no nos defraudará.

 

El fundamento de la esperanza

La esperanza es uno de esos términos que pueden desvirtuarse en esta sociedad que hace mutar los conceptos para despojarlos de su contenido religioso. Al escuchar esta palabra algunos pueden entender una actitud positiva ante la vida, una perseverancia en los retos emprendidos o la activación de ciertos procesos psicológicos de autoayuda para superar el desánimo o el pesimismo.

Sin hacer de menos a todo esto, la esperanza que no defrauda es para nosotros mucho más, porque tiene su origen y fundamento en Dios.

Convertirnos a la esperanza es, por tanto, acercarnos cada vez más a Jesús para no hacer estéril su salvación en favor nuestro, provoca en ella un cambio interior del que nace la necesidad del perdón y el regalo de la paz. Este es el viaje jubilar que cada cristiano estamos llamados a emprender y, una vez experimentado, a acompañar en la vida de otras personas.

 

Actitudes para vivir con esperanza

Las limitaciones e incluso los conflictos son parte de la vida y pueden defraudar nuestra esperanza. La enfermedad, el exceso de trabajo que genera malestar, el deterioro físico, la desconexión entre el deseo y la realidad, la no aceptación de los límites, el desencanto pastoral, la dificultad relacional con algunas personas, las heridas del pasado que no han acabado de sanar y generan desafección, amargura o tristeza son algunas de las actitudes que deberían ser limpiadas con esta agua fresca y purificadora del año jubilar.

Dios no va a venir a cambiar por arte de magia ninguna de las causas objetivas que provocan estas situaciones, pero puede transformar nuestra mirada, puede tocar nuestro corazón para que a pesar de las limitaciones y las dificultades objetivas que estemos viviendo, la presencia de Jesús nos convierta en portadores auténticos y creíbles de alegría y de esperanza para los demás.

Para poder entrar en esta dinámica jubilar que abre nuestro corazón al don de Dios os propongo tres actitudes

– La primera actitud es tener la lucidez suficiente para salir de nuestros puntos de vista y de los condicionamientos que genera la mirada autorreferencial. Escuchar a los demás requiere dejar de oírse a sí mismo en exceso. Percibir los signos de Dios en la vida supone alzar la mirada y dejar de estar curvado sobre los propios sentimientos, posicionamientos y actitudes defensivas.

– La segunda actitud para vivir con esperanza es cultivar una mirada contemplativa ante la vida. El formalismo, la prisa, la inmediatez, la rutina son tendencias que destruyen la vida espiritual. Podemos vivir llenos de ruidos internos y externos y así pasar distraídos por la vida sin descubrir la presencia de Dios en medio de las personas y de las situaciones que vivimos.

Necesitamos cultivar el silencio que permite llevar a la oración y al diálogo con Jesús todas aquellas cosas que hemos visto y oído.

La esperanza que no defrauda, en cambio, se hace fuerte en el interior de un cristiano cuando es capaz de contemplar la vida y descubrir que el misterio pascual se sigue haciendo realidad en situaciones concretas de la vida.

– La tercera actitud es vivir la fraternidad y dejarnos sorprender por Dios. El individualismo y ese pesimismo que nos hace pensar que ya nada puede cambiar ni en uno mismo ni en los demás, bloquea la acción de Dios en nuestra vida. Necesitamos superar esa actitud.

Jesús no nos defrauda.

 

¿SOMOS APÓSTOLES DE NUESTRAS FAMILIAS? ¿QUE TENGO QUE HACER PARA TRANSMITIR LA ESPERANZA?

¡Feliz Navidad!

Pepe Domingo Anzano. Consiliario Asociación AA.AA.

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