La situación normativa no presencial nos ha sido normalizada mediante el canal tv que desde el interior de la Basílica de María Auxiliadora nos viene ofreciendo y exclamando a gritos: “he ahí a tu Madre”.
Y la tenemos presente, en compañía, mientras conformamos una amplia meditación. Me ha ocurrido hoy, en que esto escribo, que celebramos y recordamos a Nuestra Señora, la Virgen de los Dolores, día después de la Exaltación de la Santa Cruz.
Vivimos tiempos difíciles en la Iglesia y se llega hasta el ateísmo intelectual, hasta imaginar un mundo sin Dios, nos viene a decir Unamuno, pero ahora veo, mientras te contemplo, que siempre conservé una oculta fe en Ti, Virgen María.
En momentos de apuro, se me escapa maquinalmente esta exclamación: María, Madre de Misericordia, favoréceme. Y llego a imaginar la histora en la que un hijo pródigo, abandona la religión materna. Y al dejar ese hogar del espíritu, sale hasta el umbral la Virgen y allí le despide llorosa, dándole instrucciones para el camino.
De cuando en cuando vuelve el pródigo su vista allá, en el fondo del largo y polvoriento camino que por un lado se pierde en el horizonte. Pero ve a la Virgen de pie en el umbral, viendo marchar al hijo. Y cuando al cabo vuelve cansado y deshecho, encuentra que le está esperando en el umbral del viejo hogar y le abre sus brazos, para entrarle en él y presentarlo al Padre.
María es de todos los misterios el más dulce, es la calma en la agitación, el reposo en las luchas.
Y el canal sigue abierto, pero aun así el 24 será especial y nos vemos.