El 24 nos vemos

16 diciembre 2024

“En todas partes pueden constatarse los efectos producidos por la confianza en María Auxiliadora”. (MB 13, 804) (Don Bosco)

La devoción a María Auxiliadora es un elemento fundamental en la vida y en la obra de Don Bosco, que, de manera gradual, y con mayor conciencia se impone a lo largo de los años.

Todos los años en el mes de mayo, antes de la novena a la Virgen Auxiliadora la Familia Salesiana y Animador espiritual de la Asociación de María Auxiliadora (ADMA), recuerda el significado de esta devoción tan querida por Don Bosco.

Exactamente en mayo de 1862 y durante todo el año, Don Bosco lanza definitivamente el culto a María Auxiliadora e inicia la proyección de la Iglesia en honor a Ella en Turín, Valdoco. En esta misma dirección es solicitada y confirmada la noticia de las apariciones de la Virgen de Spoleto, en el centro de Italia, y que tanto eco tuvo en aquellos años como signo de la potente ayuda de María en las dificultades de la Iglesia, como también el sueño de las “dos columnas”, que narró a la comunidad de Valdoco el 30 de mayo de 1862.

Un verdadero retorno a Don Bosco no puede prescindir de la devoción a la Auxiliadora, tan especial en su corazón apostólico y al corazón de sus sucesores –se precisó-. Es la herencia carismática de Don Bosco que debemos descubrir y promover sobre todo hoy, en el mundo 

fuertemente secularizado, que intenta crear una humanidad sin Dios, y de un relativismo que sofoca los valores del evangelio”.

Queremos vivir la gran devoción  a María Auxiliadora pidiéndola que reavive en nosotros la pasión apostólica del “Da mihi animas coetera tolle” fundamentada en las grandes columnas de la espiritualidad y la pedagogía salesiana, renovando la devoción a Jesús en la Eucaristía y a la Virgen Auxiliadora.

somos la Familia Salesiana.

La fecundidad de la Familia Salesiana, también ha dado vida a otras ramas similar bajo la denominación de “Voluntarios con Don Bosco”, como el Instituto secular de las Voluntarias de Don Bosco, nacido oficialmente el 20 de mayo de 1917.

Ese día , en el primer Oratorio de las FMA en Turín y presente su Inspectora, Don Felipe Rinaldi, dio inicio a su actividad con María Verzotti, Francesca Ricardi y Luigina Carpanera, mujeres muy implicadas en la animación del Oratorio, quienes, desde hacía tiempo, llevaban en sus corazones el deseo de vivir una forma de vida consagrada en la sociedad y en la vida secular.

Arrancaba así la primera experiencia de secularidad consagrada en la Familia Salesiana, dando vida al Instituto de las Voluntarias de Don Bosco. Don Rinaldi, captando las señales del Espíritu, en una época en que no había nada similar oficialmente reconocido, intuyó la importancia de una vida enteramente consagrada a Dios con los votos de castidad, pobreza y obediencia, en el corazón de una vida plenamente entrelazada con las  realidades seculares, para renovar la sociedad desde dentro, con un testimonio creíble, discreto y coherente. Una intuición que, en 1919, se concretaba en la consagración de las primeras siete jóvenes como “Voluntarias de Don Bosco”.

En 1931 tras la muerte de Don Rinaldi, llegaron tiempos de prueba e incertidumbre. No obstante a pesar de haberse quedado sin guía, aquellas jóvenes, fieles a su vocación y a las enseñanzas del fundador, mantuvieron encendido el fuego bajo las cenizas. La pequeña planta, poco a poco, creció lentamente y se convirtió en un gran árbol.

El 31 de enero de 1964, las Voluntarias de Don Bosco fueron reconocidas en la Iglesia como Pía Asociación, el 31 de enero de 1971 como  “Instituto secular de derecho diocesano” y el 5 de agosto de 1978, Pablo VI las reconoció como “Instituto secular de derecho pontificio”.

Las VDB son laicas consagradas que, en las ocupaciones ordinarias de su actividad profesional, viven la espiritualidad salesiana, y tratan de hacer presente el amor de Dios  en sus ambientes.

Sin vivir en comunidad, pero sí en comunidad de vida:

– ponen a Cristo en el centro de su vida.

– viven y trabajan a la intemperie de la realidad social de su entorno donde descubren y hacen visibles sus valores y,

– consagradas con la profesión de los consejos evangélicos, son testigos de la radicalidad del amor.

Actualmente, 12.000 VDB en todo el mundo, en distintas culturas y ambientes, hacen presente los valores evangélicos de manera activa y responsable, con sus posibilidades y capacidades personales, en lugares de frontera, en las periferias existenciales, en el mundo de la cultura y de los mass media.

 

      y adoramos al Señor en el Sagrario.

Cantemos al Amor de los amores, cantemos al Señor: Dios está aquí. Es inaudito pero es la realidad. Para quienes no tienen fe es increíble, pero no lo es para quienes creemos en la palabra de Dios. Jesús afirmó con claridad: “Quien come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en el” (Jn 6, 56). Muchos le abandonaron entonces porque sin la fe, esas palabras resultan duras de admitir. Jesús sin embargo, no rebajó su contenido. ¿Queréis marcharos?, preguntó a sus apóstoles. Porque las cosas son así, esta es la realidad.

Pedro, movido por Dios, afirmó: Señor, ¿a quién vamos a ir?, de quién nos vamos a fiar, si solo Tú tienes palabras de vida eterna, y nosotros hemos creído y sabemos que Tú eres el Santo de Dios (Jn 6, 68).

 

Agradecemos a Dios que nos haya dado a conocer esta verdad, pero se requiere como respuesta un acto de fe personal: Te creo Señor: si Tú lo dices, será así. Para eso hacía Jesús los milagros, para que, viendo sucesos extraordinarios, creyeran cosas humanamente  increíbles, misterios que solo sabe Dios y de los que desea hacernos partícipes.

Los contenidos de la fe son un regalo para los que tienen fe, para los humildes. Quien se fía de alguien que sabe más acaba sabiendo lo que no conocía. Los cristianos conocemos realidades maravillosas y salvíficas que no pueden ser conocidas por quienes  se guían exclusivamente por sus propias evidencias, su experiencia y su limitada razón. La Eucaristía en este sentido, es un regalo para los que tenemos fe.

¡Hasta nuestra próxima visita al Sagrario¡ y  El 24 nos vemos…

M. C.

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