El 24 nos vemos

21 mayo 2024

“Para ser valientes en los obstáculos, tenaces en las resoluciones, firmes con nosotros mismos, abiertos al prójimo, y exactos en el deber, hay que tener una confianza filial en María Auxiliadora”, (MB 5, 482).

Don Bosco encamina a todos nosotros a querer como hijos a la Madre Auxiliadora. Por eso estamos ante Ti, y como todo antiguo alumno cerca del corazón, como lo atestigua esa estampa- calendario con tu imagen que se nos hace presente en todo momento.

Recuerdo como hace unos años en un establecimiento de Zaragoza, al sacar el D.N.I. que me solicitó el dependiente, observó” “algo” que le hizo decir: “usted es antiguo alumno salesiano, mientras sacaba su cartera y me enseñaba “su” estampa-calendario de María Auxiliadora. La venta se convirtió en un momento de viejos recuerdos de nuestros colegios salesianos.

Hoy os traigo a colación a San Juan Bosco y a María Auxiliadora, cuando el día 9 de junio de 1868, se consagraba en Turín, la Basílica de María Auxiliador. De cómo la historia de la Basílica es una cadena de favores de la Madre de Dios, cuyo constructor fue San Juan Bosco, humilde campesino nacido el 16 de agosto de 1815, de padres muy pobres.

A los tres años quedó huérfano de padre, y para poder ir al colegio tuvo que andar de casa en casa pidiendo limosna. La Santísima Virgen se le había aparecido en sueños mandándole

que adquiriera “ciencia y paciencia”, porque Dios lo destinaba para educar a muchos niños pobres. Nuevamente se le apareció la Virgen y le pidió que le construyese un templo y que la invocara con el título de Auxiliadora.

Empezó la obra del templo con tres monedas de veinte centavos. Pero fueron tantos los milagros que María Auxiliadora empezó a hacer en favor de sus devotos, que en sólo cuatro años estuvo terminada la gran Basílica. El Santo solía repetir: “Cada ladrillo de este templo corresponde a un milagro de la Santísima Virgen”.

Desde aquel Santuario empezó a extenderse por el mundo la devoción a la Madre de Dios bajo el título de Auxiliadora y son tantos los favores que Nuestra Señora concede a quienes la invocan con ese título que esta devoción ha llegado a ser una de las más populares.

San Juan Bosco decía: “Propagad la devoción a María Auxiliadora y veréis lo que son milagros” y recomendaba repetir muchas veces esta pequeña oración: “María Auxiliadora rodad por nosotros”. Él decía que los que dicen muchas veces esta jaculatoria consiguen grandes favores del cielo.

Por eso estamos aquí, como antiguos alumnos, los días 24 y todos aquellos que podemos desplazarnos, de no ser así, nuestra mente y nuestro corazón está siempre a tu lado.

… somos la Familia Salesiana.

Amplia y veterana es la que llamamos la “Familia Salesiana”. Seguimos por tanto con su historia y como nació, pues ya Don Bosco había acariciado siempre la idea, más o menos vaga, de fundar una congregación religiosa. Después de algunos descalabros, consiguió por fin formar un pequeño núcleo. “En la noche del 26 de enero de 1854 –escribe uno de los testigos— nos reunimos en el cuarto de Don Bosco. Se hallaban ahí, además, Cagliero, Rocchetti, Artiglia y Rua. Llegamos a la conclusión de que, con la ayuda de Dios, íbamos a entrar en un periodo de trabajos prácticos de caridad para ayudar s nuestros prójimos.

Al fin de este periodo estaríamos en libertad de ligarnos con una promesa que más tarde podría formarse en voto. Desde aquella noche recibieron el nombre de Salesianos todos los que se consagraron a tal forma de apostolado. Naturalmente, el nombre provenía del gran obispo de Ginebra, San Francisco de Sales (“El Santo de la amabilidad”). El momento no parecía muy oportuno para fundar una nueva congregación, pues el Piamonte no había sido nunca más anticlerical que entonces.

Los jesuitas y las Damas del Sagrado Corazón habían sido expulsados; muchos conventos habían sido suprimidos y, cada día, se publicaban nuevas leyes que coartaban los derechos de las órdenes religiosas. Sin embargo, fue el mismo Rattazzi, –Presidente del Consejo de Ministros de Italia– uno de los que más parte había tenido en la legislación, quien urgió un día a Don Bosco a fundar una congregación para perpetuar su trabajo y le prometió su apoyo ante el rey”.

En diciembre de 1859, Don Bosco y sus veintidós compañeros decidieron finalmente organizar la congregación, cuyas reglas habían sido aprobadas por Pio IX. Pero la aprobación definitiva no llegó hasta quince años después con el permiso de ordenación para los candidatos del momento. La nueva congregación creció rápidamente en 1863 había treinta y nueve salesianos; a la muerte del fundador eran ya 768, y en la actualidad por millares: Diecisiete mil en 105 países, con 1.300 colegios y 300 parroquias, y se hallan establecidos en todo el mundo.

Don Bosco realizó uno de sus sueños al enviar sus primeros misioneros a la Patagonia. Poco a poco, los Salesianos se extendieron por toda la América del Sur. Cuando san Juan Bosco murió, la congregación tenía veintiséis casas en el Nuevo Mundo y treinta y ocho en Europa. Las instituciones salesianas en la actualidad comprenden escuelas de primera y segunda enseñanza, seminarios, escuelas para adultos, escuelas técnicas y de agricultura, talleres de imprenta y librería, hospitales, etc., sin omitir las misiones extranjeras y el trabajo pastoral.

El siguiente paso de Don Bosco fue la fundación de una congregación femenina, encargada de hacer por las niñas lo que los Salesianos hacían por los niños. La congregación quedó inaugurada en 1872, con la toma de hábito de veintisiete jóvenes, entre ellas, Santa María Dominga Mazzarello, que fue la cofundadora, a las que el Santo llamó Hijas de Nuestra Señora, Auxilio de los Cristianos (o Hijas de María Auxiliadora). La nueva comunidad se desarrolló casi tan rápidamente como la anterior y emprendió, además de otras actividades, la creación de escuelas de primera enseñanza en Italia, Brasil, Argentina y otros países.” Hoy en día son dieciséis mil, en setenta y cinco países”.

Para completar su obra, Don Bosco organizó a sus numerosos colaboradores del exterior en una especie de tercera orden a la que dio el título de Colaboradores Salesianos. Se trataba de hombres y mujeres de todas las clases, que se obligaban a ayudar en alguna forma a los educadores salesianos.

 

      … y adoramos al Señor en el Sagrario.

Señor Jesús que estás presente entre nosotros en la Eucaristía.  Estamos ante Ti para adorarte, para seguir Tu Palabra y pedirte siempre que aumentes la Fe. Y lo hacemos compartiendo unos momentos en Tu presencia en profunda meditación y Acción de Gracias 

La presencia de Jesús en el Sagrario es un regalo fabuloso que Dios y –la Iglesia— hacen al cristiano. Facilita con certeza donde poder “conversar” con el mismo Jesús presente.

El Viernes Santo se preparó el acostumbrado Monumento, que se muestra en la fotografía, donde se trasladó el Santísimo de acuerdo con la Liturgia en la Semana Santa.

Nuestra Asociación organizó como es habitual los Turnos de Adoración; fueron tres entre las 12 horas a las 13,30. La frase de Cristo: “Venid a mi todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso (Mt 11, 18), es lo que predicaba durante toda su vida “el Obispo de los Sagrarios abandonados”, D. Manuel González García, como os comentaba en el pasado número de “Huesca y Don Bosco” del mes de marzo. Concluimos diciendo que cuando pisemos una Iglesia visitaremos a Jesús en el Sagrario.

“De rodillas Señor, ante el Sagrario, que guarda cuanto queda de amor y de unidad, venimos con las flores de un deseo para que nos las cambies en frutos de verdad. Cristo en todas las almas, y en el mundo la paz”

Jesús lo afirmó con claridad: Quien come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él (Jn 6, 56). Muchos le abandonaron entonces  porque, sin la fe, esas palabras resultan duras de admitir. Jesús sin embargo, no rebajó su contenido, ¿Queréis marcharos?, preguntó a sus apóstoles. Porque las cosas son así, esta es la realidad. Pedro, movido por Dios, afirmó: Señor, ¿a quién vamos a ir?, de quien nos vamos a fiar, si solo  Tú tienes palabras de vida eterna, y nosotros hemos creído y sabemos que Tú eres el Santo de Dios (Jn 6, 68).

M.C.

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