Habrás observado que el título lleva, después de la palabra María una coma muy aumentada. Y tiene su significado. La he puesto a conciencia, para que siempre que digas María Auxiliadora te pares unos segundos en María, que es en donde viene y está la fuerza del auxilio, y después continúes con Auxiliadora. Me gustaría que hicieras la experiencia: que separaras “María” de “Auxiliadora de los Cristianos” para que percibieras que toda la fuerza del auxilio está en la persona de María, no en el título.
María es la Madre de Dios, la criatura privilegiada que Dios nos la donó como Madre nuestra. Ella es un centro activísimo de maternidad espiritual. De Ella de su persona, arranca todo. También sus auxilios.
Conociendo a María comprendemos de dónde nos puede venir el auxilio, que clase y variedad de auxilio y comprendemos que todos ellos quedan dentro de los planes de Dios. Pero sin conocer a María podemos apoyarnos demasiado en el título y dejar a un lado la mirada, la persona de María.
El auxilio no viene por los títulos –todos bellísimos- con los que invocamos a la Virgen sino por su riquísima y amorosa maternidad espiritual que la persona de María ejerce sobre todos los hombres.
No viene mal pensar en esa coma. Es parada casi obligatoria. Sin mirar a Ella todas nuestras peticiones parecen que nos convienen, pero mirándola bien, tengo que pensar que algunas no me convienen.
Decir María, y pararse a respirar un poco, es pensar en a Quien nos dirigimos. Si después de esta pequeña respiración, la añadimos el título de Auxiliadora de los Cristianos… bien, porque queda en su sitio lo sustantivo y también lo adjetivo.
Como ves, no es una pirueta literaria lo que hago con esta coma, sino una reflexión que encierra teología mariana.
Mirando a María con esa coma, no caigo en la tentación de aferrarme al título. Párate un poco en la coma –unos segundos- y le sacarás más provecho a tu devoción a María Auxiliadora. Pero sin la coma nos podemos desviar.
El 24 nos vemos y lo verificamos.