Qué suerte tenemos los antiguos alumnos salesianos, y los alumnos; pero los que no son ni lo uno ni lo otro, los que te conocen, María, porque llegaron a ti de tantas maneras como han podido ser, que suerte todos que nos sentimos queridos y te queremos como Virgen Auxiliadora y Madre nuestra, como Madre de Jesús, tu Hijo, que nos enseña y permanece como modelo del camino hacia Dios, suprema Verdad y sumo Bien.
En el célebre libro de “Las Confesiones” de San Agustín leo: «Tarde te amé, hermosura tan antigua y siempre nueva, tarde te amé. He aquí que tú estabas dentro de mí y yo fuera, y por fuera te buscaba… Estabas conmigo y yo no estaba contigo… Me llamabas, me gritabas, y rompiste mi sordera; brillaste y resplandeciste, y curaste mi ceguera».
Que como San Agustín obtengamos también el don de un sincero y profundo encuentro nuestra Virgen Auxiliadora y con Cristo, para que todos que, sedientos de felicidad, los sepamos buscar recorriendo caminos no equivocados donde podemos perdernos en callejones sin salida.
Queremos María Auxiliadora meditarlo en tu presencia, por ello, el 24 nos vemos!